
JUBILEO 2025: UN DIOS QUE DESPIERTA LA ESPERANZA
Guerra, desorden, inversión de principios, destrucción de la familia, desempleo, injusticia, corrupción, inseguridad….. y mejor nos detenemos aquí porque no tendría sentido seguir ahondando en el caos que nos agobia robándonos la paz.
La realidad nos golpea de frente, todos los días, sin tregua, sin excepciones. Y en medio de la angustia nos podemos preguntar muchas veces: ¿Dónde está Dios? Algunos se lo preguntan genuinamente desde la fe buscando a aquel en quién confían sabiendo que siempre está en control, otros con total desesperanza, y unos más usando esta pregunta como arma para reafirmar su incredulidad e intentar esparcirla como un virus.
Por eso tal vez buscamos aliviarnos con nuestras propias fuerzas, nos inclinamos por la tecnología como sedante incondicional con su espejismo de popularidad y efímera gratificación, o tal vez hacia sustancias que disfrazan la realidad, en las relaciones afectivas que consumen lo bueno que nos va quedando, en el aplauso lisonjero con apremiante fecha de caducidad, o huimos buscando el dinero que esclaviza nuestro tiempo, disuelve nuestros valores y secuestra nuestra atención. Pareciera que la nueva premisa es que lo importante es estar bien así todo se caiga a pedazos, olvidando que es un remedio costoso, insuficiente y, por lo tanto, nada efectivo. Pretendemos vivir la vida a nuestra propia manera, buscando una satisfacción que entre más perseguimos más se aleja.
Y es en medio de todo esto como Dios se nos vuelve a revelar, y viene a recordarnos que sólo en Él hay plena satisfacción, que rendirnos a su fuerza libera, repara la confianza, nos trae de nuevo al camino que conduce a la salvación. Dios viene a salvarnos porque sabe que no podemos hacerlo por nosotros mismos, y para ello nos pide algo: Volver a casa.
Pero para poder hacerlo, necesitamos primero QUERER hacerlo, es decir, experimentar un verdadero arrepentimiento de todo aquello que nos aleja de Dios, purificando nuestra búsqueda de Él. En tiempos difíciles podemos endurecer nuestro corazón, pero el Señor nos invita a abrirlo para caminar a pesar de que las circunstancias actuales nos descarrilen de nuevo, estamos llamados a regresar pero con un corazón nuevo, libre y desapegado.
En medio del caos llega la esperanza, una esperanza que debe estar cimentada no en la clásica transacción que impone la reciprocidad comercial de: “te doy y tú me das”, sino en una auténtica búsqueda de Dios como Padre eterno, dueño de la vida.
Por todo lo anterior, debemos aprovechar este momento, este año jubilar que se nos presenta como llamado irresistible a dar el paso que no hemos querido o no hemos sabido dar, por un momento dejar de hacer y dejarnos reenfocar y conducir por su delicada mano extendida vestida de misericordia. Confesarnos con arrepentimiento real, con dolor por el pecado, con convicción resuelta de cambio, con anhelo de santidad. Y así si pasar por esa puerta, orar por nuestro Papa, asistir a la Eucaristía, recibir a nuestro Señor en la sagrada comunión y practicar la misericordia. Pero no olvidemos, la indulgencia plenaria llegará no por haber cumplido mecánicamente con los pasos indicados, sino porque hemos decidido dejar entrar la esperanza a nuestra vida.
Este año jubilar es una oportunidad amorosa de seguir adelante con buena letra, superando el dolor del pecado, la frialdad de la indiferencia, la torpeza de la terquedad o la angustia que trae la oscuridad, es tiempo de regresar como el hijo pródigo para así vivir un año santo con un corazón santo.
Por Daniel Rojas
Es verdad, en estos momentos la tibieza del ser humano ofende, la irreligiosiedad es el común denominador de una sociedad Incrédula y que se siente merecedora de todas las gracias, que ve a la práctica de nuestro catolicismo como magia, triste.